NO ME DEJARÍA RETRATAR POR ALICE NEEL
Alice Neel (1900-1984) está muerta como ya predijo ella misma en 1958, pero sus retratos viven en el Modern Museet (Malmo, Suecia), en la Whitechapel Gallery (Londres) o en el Fine Arts (Houston, Estados Unidos). Sigue viva para todos los que admiramos su arte.
Nunca había caído enamorado de un artista de forma tan inmediata como me ocurrió con Alice Neel, hace muchos años, cuando acudí en Viena al museo Albertina en el que se presentaba su obra. Desde el umbral de la sala, antes de entrar, vislumbré su retrato de Andy Warhol que ya conocía a través de fotografía y sin embargo me hizo preguntarme ¿es capaz de hacer esto…?
El retrato es de 1970, dos años después de los disparos en el vientre que le hizo Valerie Solanis intentando matarle. Alice fue precisa, pidió a Warhol que se sentara frente a ella en su estudio, sin camisa, mostrando los rastros de la cirugía y con el braguero que debía llevar para contener sus abdominales.
Cuando Alice murió en Nueva York, en 1984, William Blair escribió en el New York Times: “Esta convencida bohemia pintó retratos al margen de toda convención; muchos de ellos fueron despreciados en los círculos del arte oficial. Hasta ahora le habíamos negado los honores que ahora le ofrecemos”
En 1980, cuatro años antes de morir, se retrató sin hurtar nada al realismo que siempre se exigía con los demás; basta observar el rictus de sus labios y la mirada, entre inquisitiva y distante, que se dirige a sí misma. Sigue manteniendo en sus manos el pincel con el que está trabajando y el eterno paño para defenderse del óleo invasor.
En realidad, Alice había sido más realista en 1958 cuando imaginó como sería ella misma una vez muerta; no confiaba siquiera en mantener la mayoría de sus dientes. ¿Qué podían esperar los hombres y las mujeres que se sometieron a su análisis psicoanalítico?
Siempre que tenía oportunidad, su pintura se ponía al servicio de lo subversivo, la desnudez, la sexualidad, la relación de los amantes. Los escasos paisajes que pintó, en relación con el número de sus retratos, igualmente se sometían a su mirada inclemente; paredes, fachadas, vegetación, siguen siendo para ella protagonistas activos de cualquier historia siempre que sea inquietante.
Su vida y la forma con la que ella la enfrentó tuvo suficientes pasajes que estimularon a su personalidad sensible: su primera hija murió de difteria poco antes de cumplir un año. Su segunda hija, fruto de la relación que tuvo con un pintor cubano siguió a su padre a Cuba mientras ella se quedó en Estados Unidos. Alice sufrió una crisis nerviosa y tras un periodo de hospitalización intentó suicidarse.
Solo cuando llegó a los sesenta años, Alice empezó a recibir el eco que merecían sus retratos y su original personalidad; en realidad, primero hay que ser muy diferente y después tal vez se es capaz de manejar los pinceles con la sutileza descarnada que tuvo ella.
Alice Neel también retrato a su madre, enferma, días antes de morir.